Mersault

A Mersault, el exceso de luz no le deja ver. Un resplandor distinto e inextricable. Y cuando la luz le deja finalmente ciego, a Mersault no le queda más remedio que dejarse arrastrar a la vorágine de la muerte.

Mersault conoce sólo una vida fútil en el París de la posguerra, a comienzo de los años cuarenta. No le inquieta el perro sarnoso de su vecino, ni el amor de la muchacha con la que sale durante un tiempo. Su madre ha muerto unos días atrás, pero eso tampoco importa mucho. Los días se suceden sin diferencia, uno tras otro. En medio de la monotonía, Mersault decide ir a la costa con algunos amigos. Cuando decide dar una vuelta a solas frente al mar, un grupo de árabes - cuenta Albert Camus - le es hostil. Mersault no sabe si ignorarlos o hacerles frente. De repente, le enceguece el resplandor. Una luz que no es de ahí, sino de otra época. El reflejo de la Ilustración, el siglo de la luz, y de los excesos de la razón en la que creyeron los hombres antes de la hecatombe. Mersault no lo sabe. Pero cuando el reverberar de la luz no le deja ver más, Mersault saca su arma y dispara.

Durante el juicio, un cura intenta acercarlo de nuevo a la religión, para combatir el exceso de luz. Mersault se niega. Sus acusadores le consideran un ser indolente, incapaz de sentir compasión o empatía. En realidad, su abogado sabe que no es así, o que él cumplirá únicamente con la condena que les corresponde a todos. Un juicio en el que todo y nada es verdad. Y a Mersault le es deparada, a solas, la pena de muerte.

2 comentarios:

Ciudadano X dijo...

Amigo, Isaac:
Me ha gustado tu poética evocación de El Extraño, pero hombre piensa en quienes no lo han leído: se lo has jodido, se lo has destripado, les has contado todo lo que pasa. Eres un desalmado, aunque tu pluma tiene estilo.
Espero impaciente tu post sobre el Jaguar.

Zama dijo...

Qué grande Isaac!!! Escogiste para una entrada a uno de los mejores personajes literarios. No cuesta nada identificarse con tipos como Mersault, un hombre totalmente de nuestros días, “arrojado al mundo” como decían los existencialistas.
PD: Gracias boricua por el regalo…