En Londres, a comienzos de siglo:
Sí, los tiburones tienen dientes muy blancos, cariño; dientes de verdad, muy relucientes y afilados. Y los muestran, los muestran siempre, tan brillantes y malos. Aquél, Mack The Knife, o Mackie Messer, solía asolar las calles de Londres, él solito, ese tal Mack. Las esquinas oscuras, los domingos azules, la playa y las riberas solitarias del río. Un cuchillo llevaba el tal Mack, y lo escondía, lo escondía siempre, para tenerlo fuera de vista.
¡Desapareció Schmul Meier! Y a Jenny Towler, con un cuchillo clavado en el pecho la encontraron. Y a una viuda pequeña, muy joven, y después un gran fuego en Soho, siete niños muertos y un anciano gris. Un saco de cemento echó Mack al río, con mucho peso, ya sabes tú para qué, que no debe volver a flote. Todos gente de dinero y sin nada en los bolsillos, pero que no le pregunten a Mack, porque nada sabe él. En Londres, donde algunos están en la oscuridad, y otros están en la luz. Pero sólo se ve a los que están en la luz, a los del lado oscuro, a ésos no se les ve.
Louis Armstrong y la balada de Mack el Cuchillo (y ojo a los dientes de Louis...) O el Mackie Messer de Bertolt Brecht y Kurt Weill. En Londres, un tal Mack a comienzos de siglo...
Mack The Knife by Louis Armstrong
Florentino Ariza no es un hombre de medias tintas. Creció en el Caribe colombiano, en épocas cuando el cólera causaba estragos en todos los pueblos tórridos de la región, y aprendió muy rápido a cultivar una voluntad férrea, que no se doblegara a ningún capricho del destino. Su apariencia frágil no lo delataba a primera vista, pero Florentino Ariza podía aguantar sin inmutarse el calor despiadado que desprende el vaho de los piélagos al mediodía y derrite la grava hirviente de la calles, capaz de derrumbar aún a los mulatos más curtidos de las azucareras, así como el transcurso de los años que se interponían entre él y su felicidad final.
